Dentro de las cosa que despertaban a mis impulsos en esta década del
dos mil diez, tuve que anticiparme a cierto evento que realizarían mis
recuerdos dentro de mi cabeza. Descubrí nuevamente mi pasado y, como caso
insólito, los mismos se acercaron a mí y me hicieron una pregunta.
-Bobi ¿Qué te recuerda esto
que te muestro ahora?
Y mi persona, esa que viví en
mil novecientos noventa y nueve, en esos momentos cuando usaba mis pantalones de color beige favoritos con bolsillos a los costados de afuera cercanos a las rodillas,
me mostró otros de mis recuerdos, pero esta vez vivía el año de mil novecientos
noventa y cuatro y vestía un jean negro dos tallas más de la que estaba
acostumbrado usar, mientras cubría mi parte superior con un suéter de mangas
largas –también negro-. Este me quedaba sumamente ancho y largo en las mangas y
la cintura que cubría toda esa parte de abajo hasta casi la mitad de los
muslos.
El recuerdo que vestía de
negro hasta los zapatos, al darse cuenta de que estaba siendo observado por el
recuerdo de los pantalones de color beige con los bolcillos a los lados, dijo como
pregunta…
-¿Qué hago yo aquí? Si hace
unos segundos venía caminado rumbo a casa por la entrada de los rojos. ¿A qué
se debe esto?, saben que no se puede manipular la ley de estado a placer de
cualquier antojo.
Mi recuerdo que vestía de
negro me miraba fijamente a los ojos como investigando si realmente era él
mismo que se soñaba en el futuro o simplemente buscaba una respuesta a el hecho
de haberse desprendido de su materia original para encontrarse con las
preguntas que se hiso en el momento.
Entonces, sostuve que mi
estado mental sólo quería pregonar un dialecto con un dios oculto que me diera
una respuesta a tal interrogante; de hecho, los dos momentos que encontré
psíquicamente compatibles con los motivos de esa pequeña regresión sólo
mostraban, claramente, el porqué de ésta locura. Uno me muestra quinceañero y
poco perdido de mi propia realidad y el otro me muestra loco por mis pantalones
importados.
Perdido en medio de dos nubes
pude darme cuenta que no había conseguido ninguna respuesta al porqué
universal. Me sentía perdido, pero supe calcular la causa de sus apariciones en
mi memoria y la minuciosa advertencia que vinieron a darme con la pregunta de
cuando tenía veinte y el repentino silencio que encontré en mi recuerdo de
cuando tenía quince “que me estaba volviendo loco por un casi inaudible grito
que juzgaba a mi persona como guiándome al lecho donde me encontraba”.