Mientras declinaba mi presente ante tantas
conjeturas perversas que torcían todo a mi alrededor como queriendo decirme a
regañadientes lo que no estaba bien incluso con el decorado de la sala de estar
de mi casa, el recorrido de mis ojos se posó en los sobres de cartas postales
que había recibido de parte de ella cuando estaba de vacaciones en Escocia.
La noche anterior, mientras las leía por
enésima vez, por casi comprender que al hacerlo esta estaría recordándome
también, seguí la rutina por dos horas más.
Sentía cierta ansiedad cada vez que las
leía, como si las leyera por primera vez. Así, mi furor por comprender lo
escrito por Cinthia en ese momento se descubría decenas de veces en el mismo
punto, en ese punto donde, quizás, pensó lo mismo.
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