Pasaba la más fría noche del mes de octubre
en la lejana zona industrial de la ciudad de Maturín. En frente de todo eso la
urbanización "Las Garzas" donde resido.
Tardaba mucho en comprender que dentro de
mí nacía un destello de impotencia ante una gran disyuntiva, ésta me daba a
elegir entre el amor verdadero y el que no lo es...
Mientras comía la cena imaginaba en mi
cabeza partes de un sueño que me desdibujaba por completo en frente de mi amor verdadero.
Quería decirme a mí mismo que lo atrofiado que me sentía por la situación no me
cambiaba el estado de ánimo, sino que, más bien me daba risa... Paré de reír
porque recordé que no debo de ser tan jactancioso al respecto o terminaría
perdiendo a mi amor verdadero para siempre (cosa que [no quería] que
sucediera). No obstante, tenía que caer en la cuenta de que no era de gravedad,
pero sentía todo lo contrario.
Un amor criado entre quimérica ¡humm... no
se transforma en algo que pueda materializarse si quien lo alimenta no se
concibe a sí mismo mientras trata de construir algo que encaja más en el molde utópico,
se sensibiliza uno en contra del parámetro mismo en el que se encuentra y se
transforma en un idóneo echo para perder el tiempo.
Algo parecido sucedía conmigo; era difícil
cavilar al respecto, y con respecto a la verdad, algo que me diera libertad
para actuar dentro de un contacto íntimo mientras me saturaba de condolencias
cada vez que miraba para el cielo... ¡No se justifica! Decía para mí mismo al
momento de pararme de mi cama. A partir de allí no sabía a qué se debía tanta
gratitud de parte mía para con Greis que era mi amor verdadero, pero por otro
lado sentía la necesidad de saber que pasaba por su mente las muchas veces en
las que nada parecía encajar entre el par que éramos o más bien ese blanco que
menudamente cupido lograba acertar.
En ése entonces, y mucho antes miraba
dentro de mí y decía "cielos creo que estoy enamorado" y suspiraba
profundo para gloria mía.
Pensar en la ficción que comprendía mi alma
las muchas veces en las que creía verla verterse en las pequeñas mariposas que
revoloteaban cerca mío mientras iba de camino para el centro de la ciudad, la
sonrisa que se dibujaba en mi rostro me acompañaba durante el resto del día y
por consiguiente de que estuviera ocupado o no, o si sólo estaba sentado en
alguna panadería disfrutando de un refresco.
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