Sabía que era difícil. Un año y
medio de búsqueda sin haber logrado
ningún éxito me lo dejaban saber. Después de tanto esperar por ello, finalmente
las encontré…
No tenía ninguna técnica para atraparlas y
tampoco ningún conocimiento al respecto, sólo escuché hablar a un sujeto una
noche en una taberna; llevaba una barba pronunciada y parecía expresar cierta
demencia en su actitud. Quedé tan fascinado al respecto que lo absorbido esa
noche me basto para emprender mi propia búsqueda, tal vez sería por eso que se
me hacía tan intrincado encontrarlas… ¡Entraba por los callejones de la ciudad
y comenzaba acechante! Siempre merodeando en cada rincón que encontraba
atractivo para esconderse si uno fuera un ángel, nunca imaginé que dando la
vuelta los vería claramente.
Soy cazador de ángeles y ésta es mi
historia de cómo los encontré.
Días atrás descubrí el primero mientras lo
buscaba entre las penumbras. Era como si siempre hubieran estado detrás de mí. Me
percaté por un brillo, una pequeña luz brillante con una peculiar movilidad que me hizo girar la cabeza hacia
atrás.
-¡Eureka!
Dije motivado por mi gran hallazgo, y un
poco sorprendido claro está. Entonces, tomé la red que utilizo para atraparlos
y eso hice.
Apreciaba su belleza al momento de sacarlo
de la red para, luego dejarlo dentro de la jaula y supe que había más, vi a
cinco que volaban a la distancia esparcidos a mí alrededor. Los atrapé todos.
Revisé para ver si encontraba más y en efecto, debajo de un caucho medio
tumbado contra la pared estaba el séptimo ángel que parecía estar atrapado con
una hilera de nailon que alguien desechó.
Al ver que no había más me fui a mi casa
rodante.
Tenía siete ángeles dentro de mi súper jaula
que yo mismo construí. Esta permaneció vacía durante un año y medio basado en
una racha desoladora. Siempre llegaba, y el bolso que llevo conmigo para
trasladarme con los artefactos necesarios para mi trabajo, terminaba sobre esta
sin más que esperar por otro día.
Miraba detalladamente a éstas pequeñitas y
me daba cuenta de sus rasgos femeninos, diría que todas son femeninas; no más
grande que el dedo índice de mi mano, alas como las de una mariposa que exceden
en tamaño a su masa corporal, vuelan como las mismas…
Como era la primera vez que tenía ángeles
en frente mío me aventuré una pregunta para saber si hablaban.
-¡He!... ¿hablan? -preguntándome a la vez si fue apropiado.
Me sorprendí al ver como una de ellas
inclinaba un poco la cabeza para responderme de manera turbada.
-¡Si!
¡Bien!, tenía siete ángeles del tamaño del
dedo índice de mi mano y respondieron a una pregunta que les hice. Tenía que
saber si podían entablar una conversación con migo.
-Ustedes ¿lo único que hacen es volar?
Cinco de ellas respondieron que si casi al
mismo tiempo.
-De hecho viven en una comunidad ¿cierto?
–ya no parecía estar sorprendido-. Si están vestidas es porque ustedes mismas
cosen sus ropas… -pensé unos instantes- ¿Tienen tiendas de moda o algo?
-¡Somos nómadas! –Respondió la del vestido
azul.
Me quedé perplejo.
Después de un par de minutos volví con las
preguntas.
-Bueno, si son seres vivos, respondieron a
las preguntas que les he hecho y visten ropa -“que eso sería común en lo que
llamamos vida inteligente”- tienen que tener una edad ¿cierto? -Las miraba
fijamente-. ¿Qué edad tienen?...
Quien contesto fue la del vestido azul,
parecía ser la más entusiasta ante la conversación con un humano porque era la
que estaba más cerca.
Señalaba a la que se encontraba a su lado,
que era la más pequeña, y decía ¡ella tiene cinco! Entonces, se volvía hacia
atrás y señalaba a las demás una por una ¡la alta tiene nueve, la cachetona
tiene seis, la de los moños tiene
ocho, estas dos son gemelas y tienen siete, y yo tengo ocho también!
Era sorprendente escucharlas, hablamos
durante horas. Sentía la necesidad de saber más. Que comen, como lo consiguen…
Les pregunté si podían parir. Me respondieron que no, que sólo son ángeles. Los
ángeles se reproducen de capullos celestiales que un arcángel, desconocido
incluso por ellas mismas, crea para que cuando estén formadas sean enviadas a
la tierra a cumplir una misión, y es así como nacen.
Les pregunté si había ángeles masculinos y
me dijeron que sí, pero que ellos siempre están en el cielo con el arcángel
desconocido y este no los manda a bajar a la tierra porque el trabajo de los
ángeles en la tierra sólo podían llevarlo a cabo los ángeles femeninos, así que
los masculinos se quedaban en el cielo para ayudar con los quehaceres.
Ya habíamos hablado durante dos horas
seguidas y yo preguntando y ellas respondiendo, pero claro, no todo era
respuestas, ellas también me preguntaban cosas que yo les respondía, cosas como
qué era eso que llevaba en la muñeca o esa otra cosa brillante que colgaba de
mi cuello. En lo que cabía a la razón, para ellas, sólo se trataba de cualquier
cosa que teníamos los humanos descubierto en esa parte y que debía ser
cubierta, ellas no saben lo que es un adorno ni nada por el estilo, por lo
tanto me era complicado explicarles qué era un reloj o una cadena de oro y para
que servían. De ese modo nos nutríamos mutuamente.
No se fastidian hablando con los humanos,
más bien les fascina hacerles saber a todos lo que son y por lo que vi son
seres hermosos que no juzgan a quien tiene la oportunidad de conocer su pequeño
universo.
Ya estaba por amanecer, así que tenía que
liberar a estas pequeñas voladoras o algo malo me sucedería. La leyenda dice
que si se mantiene en cautiverio por más de tres días a cualquiera de estos
ángeles le cae a uno como especie de una maldición, porque le estás quitando la
libertad a algo que vuela mucho y así no se puede vivir.
Tenía que despedirme. Mientras lo hacía
tome la súper jaula y la acerqué a la puerta de mi casa rodante. Era fácil
porque cuando la construí la hice con ruedas por si tenía que desplazarla de
lugar. Abrí la pequeña puerta para que salieran y así se fueron.
Hoy es jueves. Ya son casi las
diez de la noche y tengo que volver a la ciudad para ver si puedo capturar más
de estas cositas voladoras.